5. La familia
Una vez que se confirma el diagnóstico de la pérdida de audición de un niño, se inicia una etapa decisiva para él y para su familia, que si no aprovecha convenientemente, será un tiempo irrecuperable que comprometerá el desarrollo personal del niño, la adquisición del lenguaje oral, sus futuros aprendizajes y su integración en el mundo social.
La noticia produce un desajuste emocional que implica además de angustia una gran desorientación al tener que enfrentarse a un problema para el cual no están preparados y sobre el que se realizan innumerables preguntas. Los padres necesitan la orientación y el apoyo especializado que les permita asumir y superar el problema inicial. Este apoyo les hará tomar una actitud de compromiso y trabajo colaborativo para fomentar el bienestar del niño.
La orientación y el asesoramiento familiar deben dar respuesta a las necesidades básicas de los padres y madres y sus objetivos serán:
- Eliminar las actitudes negativas de la familia, potenciando las posibilidades de desarrollo del hijo o hija con discapacidad auditiva.
- Disminuir los niveles de angustia y estrés de los padres y madres, ayudándoles a superar dichos sentimientos como primer paso para comenzar a trabajar con su hijo o hija.
- Aportar información y formación para que la familia pueda involucrarse en el proceso educativo y habilitador.
- Aumentar la motivación e implicación para participar en las tareas de atención y ayuda a su hijo o hija, llegando a la convicción de que son competentes para ello.
Los padres y madres deben de ser conscientes cuanto antes, de que ellos son los agentes principales del desarrollo cognitivolingüístico de su hijo o hija. Para afrontar la educación del niño o la niña con discapacidad auditiva, los padres y madres han de asumir el reto de educar “aprendiendo” nuevas estrategias de comunicación y han de disponer de información suficiente acerca de cómo estimular el desarrollo y el aprendizaje del niño o la niña, manteniendo altas expectativas de logro.
Orientaciones para la familia:
- Implicarse en la atención educativa y habilitadora de su hijo o hija.
- Evitar lo sobreprotección, exigiendo del niño o la niña un comportamiento adecuado.
- Superar sentimientos de culpa o de rechazo.
- Apoyar en casa la labor del centro educativo y mantener una buena coordinación con el profesorado.
- Estimular y potenciar sus capacidades reforzando y alabando sus logros.
- Favorecer situaciones comunicativas en el entorno familiar.
- Potenciar la integración social mediante la participación en actividades lúdicas y deportivas del entorno más cercano.
- Implicarles en la vida familiar y mantener unos niveles de exigencias en las tareas, acordes con sus capacidades y edad.
- Aportarles la mayor cantidad de información posible sobre el mundo que les rodea y las normas y valores que lo sustentan.
La modalidad comunicativa elegida es de gran importancia y requiere de un compromiso global de la familia. Las dificultades que se generan al no disponer de un código comunicativo eficaz que asegure la interacción lingüística, el desarrollo cognitivo y lingüístico, la socialización y el aprendizaje escolar se evitan con la adopción lo más tempranamente posible de un código de comunicación.
Con independencia del código comunicativo elegido (oral, gestual o bilingüe) la familia debe ser un agente activo y competente en dicho código, implicando a un entorno lo más amplio posible, con objeto de generalizar las interacciones comunicativas.
La familia, con el asesoramiento y la colaboración de los profesionales que atienden a este alumnado, deberá de tener en consideración una serie de factores a la hora de optar por una modalidad comunicativa, que se pueden resumir en los siguientes puntos:
- El campo auditivo funcional de este alumnado y el aprovechamiento de sus restos.
- El rendimiento de sus prótesis auditivas.
- Existencia de otras patologías asociadas.
- Los recursos educativos y rehabilitadores disponibles.